martes, 21 de septiembre de 2010

1. La epistemología




‘Epistemología’ es, grosso modo, sinónimo de ‘gnoseología’, a saber, el estudio o la teoría del conocimiento. Es una de las ramas más importantes de la filosofía, y virtualmente todas las áreas de la filosofía colindan con ella. Sea cual sea el tema de tu tesis, no debes descuidar esta área de estudio.
Podemos delinear cuatro grandes preguntas en la epistemología.
I. ¿Qué es el conocimiento? Hay dos tipos de conocimiento: a) conocimiento proposicional; b) conocimiento procesal. El conocimiento proposicional es aquel que podemos manifestar en proposiciones (por ejemplo, “el cielo es azul”); el conocimiento procesal es aquel que se manifiesta en aspectos prácticos (como por ejemplo, saber patear una pelota). A la epistemología le interesa fundamentalmente el conocimiento proposicional. Tradicionalmente, los filósofos entienden ‘conocimiento’ como “creencia verdadera justificada”. No podemos sostener que conocemos un hecho, si no sostenemos ese conocimiento como creencia propia. Tampoco podemos sostener que conocemos algo que no es verdadero. Es erróneo, por ejemplo, hablar de “conocimientos ancestrales” sobre la planicie de la Tierra, pues es sencillamente falso que la Tierra sea plana. En otras palabras, para que una creencia cuente como conocimiento, ésta debe ser verdadera. A muchas personas, no obstante, les gusta preguntar “¿qué es la verdad?”, y se han ofrecido algunas respuestas: a) con base en la correspondencia; b) con base en la coherencia; c) con base en el consenso; d) con base en el valor pragmático. Independientemente de cómo definamos la verdad, los filósofos convienen en que una mera creencia verdadera no es suficiente para ser considerada ‘conocimiento’; esa creencia verdadera también necesita ser justificada, pues podemos tener una creencia verdadera adquirida por vía del azar. Es decir, para que una persona pueda legítimamente alegar ‘conocer’ algo, debe explicar satisfactoriamente por qué cree eso.
II. ¿Cuál es la fundación del conocimiento? Si el conocimiento es “creencia verdadera justificada”, entonces a la epistemología le interesa saber de qué manera puede justificarse una creencia. Algunos filósofos creen que algunas creencias no necesitan justificación porque resultan axiomáticas, otros creen que la justificación está en la coherencia interna que conforma al sistema de creencias;
III. ¿Cuál es la mejor manera de obtener conocimiento? Ha sido muy común dividir a la epistemología en dos grandes bloques de pensadores. Por una parte, los racionalistas opinan que el conocimiento a-priori (antes de la experiencia, con base en la pura razón abstracta) constituye la base del conocimiento; por otra parte, los empiristas opinan que el conocimiento a-posteriori (después de la experiencia) es la base del conocimiento. A decir verdad, la mayoría de los epistemólogos buscan un camino intermedio entre ambas posturas.
IV. ¿Cuánto podemos conocer? Entre filósofos modernos y contemporáneos, hay una tentación a formular hipótesis escépticas (el genio maligno, el cerebro en la cubeta, el mundo creado ayer), las cuales, en apariencia, son imposibles de refutar. A la epistemología le interesa particularmente cómo puede garantizarse un mínimo de certeza en el conocimiento, pero al mismo tiempo, recomienda prudencia respecto a la confianza que tenemos en el conocimiento.
Para la participación, responde con elaboración a alguna de estas preguntas:
1) ¿Cómo tratarías de refutar a quien sostiene que el mundo es una ilusión propiciada por el genio maligno, o el cerebro en la cubeta?
2) ¿Te inclinas más hacia el racionalismo o el empirismo en tu concepción respecto a los medios del conocimiento?
3) ¿Qué críticas harías al concepto de ‘conocimiento’ como “creencia verdadera justificada”?
4) ¿Crees posible basar el conocimiento en axiomas indemostrables?
5) ¿Cuál te parece el mejor criterio de verdad?



7 comentarios:

  1. 1. ¿Cómo tratarías de refutar a quien sostiene que el mundo es una ilusión propiciada por el genio maligno, o el cerebro en la cubeta?

    Me resulta evidente el carácter irrefutable de la hipótesis escéptica del “genio maligno”, del “cerebro en la cubeta” y del “mundo en cinco minutos”. Las razones que me llevan a afirmar el carácter irrefutable de estas hipótesis son: en primer lugar, se trata de hipótesis. Lo propio de una hipótesis es la “suposición” de que una realidad es posible o imposible, con la finalidad de extraer de ella una conclusión. Si bien es verdad que “suponer” implica que se da por sentado la existencia de algo, también es cierto que en el mundo de las hipótesis aquello que se supone puede ser posible o imposible.

    En segundo lugar, las hipótesis escépticas son un ejercicio de carácter mental al que, aplicado los cuatro criterios de verdad, podemos inferir que no tiene el carácter de verdad propio del conocimiento. En efecto, que existe un genio maligno que nos obliga a engañarnos sistemáticamente, no es una proposición de la que se puede decir que le es aplicable el criterio de la correspondencia, de la coherencia y del consenso. Posiblemente el único criterio de verdad que se le pueda aplicar es el pragmático, en tanto que pueden ser hipótesis útiles para dudar de la certeza absoluta de aquello que afirmamos como conocimiento.

    Ahora bien, ¿son realmente útiles las hipótesis escépticas para llegar a dudar de las certezas de aquellas proposiciones que afirmamos como conocimiento? Desde mi punto de vista, sostengo que estas hipótesis, como ejercicios mentales, puede que tengan alguna utilidad en lo que a su cometido se refiere.

    Sin embargo, creo que existe otro recurso para poder dudar razonablemente del nivel de certeza de aquello que consideramos como conocimiento. Me refiero específicamente a la posibilidad de la excepción. En efecto, vivimos en un mundo cada vez más plural y diverso, donde las reglas y las leyes se tambalean no precisamente por su cuestionamiento, sino por las excepciones que provienen de la realidad misma. Se ha dicho siempre, por ejemplo, que la osteoporosis es una enfermedad que en su mayoría afecta a las mujeres mayores de cincuenta años. ¿Qué pasa, entonces, cuando nos encontramos con el caso de un hombre de veinte años a quien le diagnosticaron este mal? Yo conocí un caso de estos ayer. No creo que en este caso sea apropiado decir que “la excepción confirma la regla”, habida cuenta de que no está dentro de la regla común que los hombres padezcan de osteoporosis a los veinte años.

    El conocimiento es un fenómeno humano. Sólo el hombre es capaz de llegar a conocimiento como “creencia verdadera justificada”. Por ser una realidad humana, el conocimiento tiene un carácter dinámico, progresivo y acumulativo. Hoy creemos como verdad justificada cosas que hace veinte años no creíamos en torno al SIDA, por ejemplo. Hace veinte años creíamos que el SIDA se transmitía por el sudor o la saliva. Hoy apenas si habrá alguien escasamente informado que no sepa que el virus del SIDA se transmite por vía sexual o sanguínea. Hoy no sabemos cuál es el medicamento que previene el virus del SIDA o cuál es el medicamento para curarlo en los afectados actualmente. Esto no excluye que mañana o dentro de un año los científicos descubran una vacuna que evite el contagio del VIH y de los medicamentos que corten sus efectos en caso de haberlo contraído. Antes de que Alexander Fleming descubriera la penicilina, la gente que padecía sífilis moría irremediablemente. Hoy apenas si es posible encontrar a una persona que, en condiciones normales, pueda morir de sífilis.

    Así, pues, tanto la posibilidad de las excepciones en un mundo cada vez más plural y el carácter dinámico y acumulativo del conocimiento, son motivaciones para ser más discretos a la hora de afirmar absolutamente la certeza de nuestros conocimientos.

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  2. ¿Te inclinas más hacia el racionalismo o el empirismo en tu concepción respecto a los medios del conocimiento?
    Personalmente considero el conocimiento como un proceso activo dentro del cual un sujeto aprehende un objeto, ¿por qué incluyo la nota de actividad dentro del mismo? Pues, precisamente porque considero que no sólo se trata de un proceso pasivo de asimilación en el cual el individuo esta predispuesto para simplemente recibir, sino que interviene activamente.
    Tomando el conocimiento de esta manera, concibo también que deban intervenir varios factores y que por tanto, el empirismo y el racionalismo no deban estar escindidos de manera tajante o desvinculada, es decir, el uno no debe excluir al otro necesariamente. Tanto uno como el otro posee elementos de los cuales necesita el conocimiento, a pesar que tienen vías diferentes para acceder a el, bien sea por deducción o por inducción.
    Para hablar del racionalismo y del empirismo tomamos como punto de partida el hecho de que en el primero, el conocimiento, es independiente de la experiencia, en tanto que en el segundo si es dependiente, no obstante, no pueden obviarse ciertos principios de los cuales no hemos podidos deshacernos en nuestra época y ello porque realmente aún tienen validez tales como; “el todo es mayor que la parte” o la nota de extensión presente en el concepto de cuerpo, lo cual nos confirma que siguen siendo juicios universales y que en caso de afirmar lo contrario, estaríamos ante una contradicción.
    El hecho de que existan verdades independientes de la experiencia y universalmente validas, tales como las ofrecidas por las matemáticas, ha tenido que ser reconocido y admitido incluso por empiristas como John Locke o David Hume. No quiere decir esto que debamos aceptar todos los demás postulados como el de la existencia de ideas innatas, ni negar tampoco que la experiencia proporcione conocimientos, y que de hecho sea necesaria. No se trata entonces de suplantar un extremo por el otro sino de tomar lo necesario de ambas.
    Isbelia Farías, sigue...

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  3. Continuación,
    Necesitamos un conocimiento que sea verdadero, lo cual constituye un problema. ¿Qué es, o dónde reside la verdad? El vocablo verdad, es tomada en tres sentidos según su origen etimológico, por un lado del griego alétheia, como aquello que no está oculto o escondido, sino patente, manifiesto, develado, descubierto, en este sentido la verdad viene a darse como patencia o descubrimiento; por otro lado también puede verse desde el latín verúm, como lo que es fiel y exacto, sin omisiones, dado como veracidad, exactitud y rigor en el decir, y finalmente del hebreo emunah, que viene a ser como una confianza, un cumplimiento de lo que se espera y se verá, como por ejemplo, Dios es verdadero, y cumple lo que promete. En este último sentido podría estar implícitamente dado lo que se comentaba al respecto de creer en lo que se afirma para que sea conocimiento. Particularmente me gusta mucho aquella acepción que nos remite a la veracidad y al rigor en el decir, pues viene como algo que no es propenso a errores, sino que posee rigurosidad, esto, sin deseos de indagar en el relativismo o no del conocimiento, muy al contrario quisiera hacer mención de la existencia de dos tipos de experiencias, a decir, la experiencia externa brindada por los sentidos, y la experiencia interna que lleva el sujeto consigo mismo, y hago mención de ella con deseos de que no lleguemos a reducir toda experiencia al ámbito de lo palpable, no quiero con esto tampoco caer en el problema de la existencia o no de Dios u otras entidades, etc., sino más bien, deseo que no terminemos aniquilando aquella experiencia subjetiva, que me obliga, si bien no a responder completamente, si al menos a dejar una pista desde mi opinión personal, sobre la siguiente pregunta, ¿Cómo tratarías de refutar a quien sostiene que el mundo es una ilusión propiciada por el genio maligno, o el cerebro en la cubeta? afirmando que eso podremos saberlo pero no explicarlo con exactitud hasta que se resuelvan muchas de las interrogantes sobre ese estado en el cual nos damos cuenta que verdaderamente estamos aquí, quiero excluir con esto toda persona bajo efectos de sustancias psicotrópicas y referirme a toda persona normal para indicar, ese estado en el cual experimentamos una representación interna del mundo y por medio del cual podemos reconocer que hemos tenido un sueño y no es parte de la realidad, ese estado llamado consciencia; para expresar la gran dificultad del asunto me permito citar palabras del catedrático de la facultad de medicina de la Universidad Complutense de Madrid, Francisco Rubia, el cual sostiene:
    “La consciencia no es no es un fenómeno pasivo como respuesta a estímulos, sino un proceso activo de interpretación y construcción de datos externos y de la memoria relacionándolos entre sí. Se ha equiparado la consciencia a la vigilia, pero estar despierto no es lo mismo que ser consciente de algo en el sentido de apercibirse de algo. En el sueño podemos apercibir imágenes mentales visuales o auditivas…Pero, el problema difícil de la consciencia es saber cómo los procesos físicos cerebrales dan lugar a la consciencia, cómo las descargas de millones de neuronas pueden producir la experiencia consciente, la experiencia subjetiva”.
    Con ello, quiero decir que el ser humano es complejo, y no es apropiado hacer esas divisiones del tipo racionalismo/empirismo excluyendo elementos necesarios, o hablar de la posibilidad de refutar tesis sobre lo real o no del mundo en el cual vivimos, hasta no tener en claro otros conceptos que podrían brindar grandes aportes, precisamente por la gran complejidad del individuo pensante, y de los cuales, el filósofo no podrá esclarecer por sí solo, sino con ayuda de la medicina u otras ramas investigativas.
    Isbelia Farías.

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  4. 1. ¿Qué es el conocimiento?

    En el diálogo de Platón “Teeteto”, posterior a “La República” y al “mito de la caverna”, se define el conocimiento como “creencia verdadera a la que se añade una explicación”. (Platón, Teeteto, 201 d.) O, como suele decirse comúnmente, el conocimiento es una creencia verdadera justificada. En esta definición, pues, nos encontramos con tres notas esenciales:

    a. El conocimiento es una creencia: ninguna proposición puede ser afirmada si antes no es creída. Sería absurdo decir “la tierra es redonda” si quien lo afirma no cree en la redondez de la tierra.

    b. El conocimiento es una creencia verdadera: no se trata de cualquier creencia. Para que una proposición sea estimada como conocimiento, es preciso que ésta sea verdadera. Pero en este caso nos topamos con el problema de la verdad. A lo largo de la historia, los filósofos han sentido el imperativo de establecer algunos criterios de verdad, entre los cuales se encuentran: la correspondencia (una proposición es verdadera si existe correspondencia entre la mente que afirma y la realidad de la que se afirma. “La tierra es redonda” contiene una correspondencia entre lo afirmado y la realidad de la tierra); la coherencia (una proposición es verdadera si no entra en contradicción con otras proposiciones. La tierra es redonda es una afirmación que no entra en contradicción con la afirmación “la tierra es un planeta”); el consenso (una proposición es verdadera cuando es afirmada por todos. “La tierra es redonda” es una afirmación asentida por todos sin discusión); pragmática (una proposición es verdadera en la medida en que tiene una utilidad. “Dios existe” es una proposición útil, luego es verdadera). Cada uno de estos criterios de verdad son insuficientes en sí mismos, lo cual se pone en evidencia por las críticas a que cada uno puede ser sometido. Ninguno de estos criterios de verdad, pues, tiene un carácter absoluto.

    c. El conocimiento es una creencia verdadera justificada: con ello se busca afirmar que una proposición no sólo debe ser creída ni verdadera, sino que también debe ser justificada a través de una argumentación racional. Es propiamente el “logos” de la episteme.

    Ángel Villasmil

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  5. 2. ¿Cuál es la fundamentación del conocimiento?

    Se trata de la pregunta sobre los fundamentos del conocimiento. El fundamento del conocimiento es lo que en lógica y en matemática se llama “axioma”, una proposición que no necesita ser demostrada y que de suyo se convierte en punto de partida para demostrar otras proposiciones. El axioma es en sí mismo. Este fundamento se conoce como verdades priori, independientemente de la experiencia de los sentidos.

    3. ¿Cuál es la mejor manera de aprehender el conocimiento?

    En la epistemología tradicional, las dos corrientes que han intentado responder a esta pregunta son el empirismo y el racionalismo. Mientras que la primera afirma la necesidad de las verdades a posteriori (las que nacen de la experiencia de los sentidos) para aprehender el conocimiento, la segunda afirma que obtenemos mayor certeza a través de la razón y, por lo tanto, de las verdades a priori. Mientras que el empirismo afirma la validez de las proposiciones sintéticas (aquellas que requieren la constatación de los sentidos) el racionalismo afirma la certeza de las proposiciones analíticas (aquellas cuyo predicado se encuentra contenido en el sujeto). Un ejemplo de juicio sintético: “Los hombres negros son valientes”. La cualidad de “valiente” no está contenida en el sujeto “los hombres negros”. Son por lo tanto, juicios particulares que dependen de la experiencia. En cambio, los juicios analíticos tienen un carácter universal y necesario, como por ejemplo, “el círculo es redondo”.

    Del empirismo y del racionalismo, además, resultan métodos específicos. Del empirismo se desprende el método inductivo, donde se desprenden conclusiones generales a partir de premisas particulares. Por el contrario, del racionalismo se desprende el método deductivo, donde la conclusión está implícita en las premisas.

    4. ¿Cuánto podemos conocer? El problema de la certeza del conocimiento

    La certeza del conocimiento es uno de los problemas más debatidos en la epistemología. ¿Qué nivel de certeza tenemos sobre lo que conocemos? ¿Es posible llegar a las certezas absolutas y definitivas? ¿En qué medida podemos dudar de nuestras certezas?

    De René Descartes hasta nuestros días, el tema de la certeza del conocimiento ha estado vinculado a las llamadas hipótesis escépticas y, en otros casos, también conocidas como hipótesis nulas. Las hipótesis escépticas tienen la finalidad de frenar todas las certezas de lo que percibimos en la realidad.

    Las hipótesis escépticas son las siguientes:

    a. La hipótesis del “genio maligno”: es la formulada por René Descartes (1596 – 1650) en sus Meditaciones metafísicas. Esta hipótesis es la radicalización de la duda metódica, y parte del supuesto de haber sido creados por un Dios que nos lleva a engañarnos sistemáticamente. Con esta hipótesis lo que se busca es dudar, incluso, de las proposiciones más evidentes, de las “ideas claras y distintas”. La duda de Descartes incluirá hasta las proposiciones más evidentes, y de lo único que no dudará es del sujeto pensante. Por eso fue por lo que formuló su célebre “pienso luego existo”.
    b. La hipótesis del “cerebro en la cubeta”: fue propuesta inicialmente hecha por Jonathan Dancy (1946) y luego retomado y popularizado por Hilary Putnam (1926). Esta hipótesis parte de la posibilidad de que un científico exitoso haya extraído el cerebro, lo haya puesto en una cubeta llena de líquido, conectando sus neuronas mediante cables a una potente computadora. Esta hipótesis fue formulada por Dancy en su libro Introducción a la epistemología contemporánea. Esta hipótesis ha sido popularizada por algunas películas de ciencia ficción, como “The Matrix”.
    c. La hipótesis de “la tierra de cinco minutos”: es la propuesta por Bertrand Russell (1872 – 1970) y en la que sugiere que no podemos tener la certeza de que la tierra no comenzó hace cinco minutos.

    La finalidad de estas hipótesis, pues, es la de arrojar una sombra de duda frente a lo que puede ser la certeza de una proposición.

    Angel Villasmil

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  6. 3. ¿Qué críticas harías al concepto de ‘conocimiento’ como “creencia verdadera justificada”?

    Desde Platón hasta nuestros días, el conocimiento como “creencia verdadera justificada” ha sido las notas esenciales del concepto de “conocimiento”. En buena medida, esta constante ha permitido validar hasta un punto tal esta definición de conocimiento, que pocos pueden ser los cuestionamientos y las críticas de que pueda ser objeto. El conocimiento necesariamente debe ser una creencia porque no es posible (al menos desde un sentido de honradez intelectual) hacer una afirmación de algo o sobre algo sin que ésta se crea. Esa afirmación/proposición debe ser verdadera, entre otras cosas, porque es su veracidad la que permite tenerla como válida. Pero esa afirmación/proposición debe ser justificada porque apenas si es sostenible una proposición sobre la que no se pueda dar un razonamiento que, aparte de sostener su posibilidad de credibilidad, sustente su veracidad.

    Sin embargo, desde Edmund Gettier (1927) hasta nuestros días, las críticas al conocimiento como creencia justificada verdadera han sido constantes. Los llamados “contraejemplos” de Gettier fueron un intento de poner de manifiesto que, aún y cuando hay creencias que son verdaderas y justificadas, no necesariamente se las debe identificar como conocimiento en sentido estricto. Dos son las justificaciones de Gattier: la falibilidad de la justificación y el azar. En lo personal, considero que el mérito de Gattier reside en haber cuestionado una definición que era comúnmente aceptada por todos, pero que estos experimentos mentales, al menos arrojaron una sombra de duda en lo que de suyo era una suerte de certeza en epistemología. El problema viene dado a la hora de asumir como absoluto o no los contraejemplos de Gattier. Estos, lejos de derribar la común aceptación del conocimiento como creencia verdadera justificada, lo que ponen de manifiesto es la necesidad de seguir ahondando en la búsqueda de una definición de conocimiento que ofrezca el menor número de problemas posibles.

    Sin llegar a afirmar con rotundidez el falibilismo de Charles Peirce (1839 – 1914) creo que es una posibilidad a la que hay que prestar atención especial, habida cuenta de la pluralidad del mundo contemporáneo, la marcada tendencia a la diversidad y la evidente provisionalidad de las “verdades” en el mundo contemporáneo que, desde la postmodernidad hasta nuestros días, parece haber renunciado a verdades y certezas absolutas. Es cierto que el relativismo epistemológico constituye un riesgo latente en este escenario y en el estado actual de las cosas, pero sin llegar a negar los problemas de la negación de la verdad y del escepticismo como posibilidad gnoseológica, tampoco creo que sea sano llegar a la radical satanización del relativismo en el campo epistemológico. En este caso, la aceptación de la provisionalidad de algunos conocimientos y la apertura a cierto grado de relativismo, nos pondría en guardia ante la posibilidad de caer en radicalizaciones de proposiciones que luego terminen mostrando por sí mismas su carácter provisional. Hoy el geocentrismo nos parece una propuesta insostenible. No así en el siglo XIV, en el que para quienes estaban influenciados por el judeocristianismo occidental, el geocentrismo era la única posibilidad existente.


    A. Villasmil

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  7. 3. ¿Qué críticas harías al concepto de ‘conocimiento’ como “creencia verdadera justificada”?

    Desde Platón hasta nuestros días, el conocimiento como “creencia verdadera justificada” ha sido las notas esenciales del concepto de “conocimiento”. En buena medida, esta constante ha permitido validar hasta un punto tal esta definición de conocimiento, que pocos pueden ser los cuestionamientos y las críticas de que pueda ser objeto. El conocimiento necesariamente debe ser una creencia porque no es posible (al menos desde un sentido de honradez intelectual) hacer una afirmación de algo o sobre algo sin que ésta se crea. Esa afirmación/proposición debe ser verdadera, entre otras cosas, porque es su veracidad la que permite tenerla como válida. Pero esa afirmación/proposición debe ser justificada porque apenas si es sostenible una proposición sobre la que no se pueda dar un razonamiento que, aparte de sostener su posibilidad de credibilidad, sustente su veracidad.

    Sin embargo, desde Edmund Gettier (1927) hasta nuestros días, las críticas al conocimiento como creencia justificada verdadera han sido constantes. Los llamados “contraejemplos” de Gettier fueron un intento de poner de manifiesto que, aún y cuando hay creencias que son verdaderas y justificadas, no necesariamente se las debe identificar como conocimiento en sentido estricto. Dos son las justificaciones de Gattier: la falibilidad de la justificación y el azar. En lo personal, considero que el mérito de Gattier reside en haber cuestionado una definición que era comúnmente aceptada por todos, pero que estos experimentos mentales, al menos arrojaron una sombra de duda en lo que de suyo era una suerte de certeza en epistemología. El problema viene dado a la hora de asumir como absoluto o no los contraejemplos de Gattier. Estos, lejos de derribar la común aceptación del conocimiento como creencia verdadera justificada, lo que ponen de manifiesto es la necesidad de seguir ahondando en la búsqueda de una definición de conocimiento que ofrezca el menor número de problemas posibles.

    Sin llegar a afirmar con rotundidez el falibilismo de Charles Peirce (1839 – 1914) creo que es una posibilidad a la que hay que prestar atención especial, habida cuenta de la pluralidad del mundo contemporáneo, la marcada tendencia a la diversidad y la evidente provisionalidad de las “verdades” en el mundo contemporáneo que, desde la postmodernidad hasta nuestros días, parece haber renunciado a verdades y certezas absolutas. Es cierto que el relativismo epistemológico constituye un riesgo latente en este escenario y en el estado actual de las cosas, pero sin llegar a negar los problemas de la negación de la verdad y del escepticismo como posibilidad gnoseológica, tampoco creo que sea sano llegar a la radical satanización del relativismo en el campo epistemológico. En este caso, la aceptación de la provisionalidad de algunos conocimientos y la apertura a cierto grado de relativismo, nos pondría en guardia ante la posibilidad de caer en radicalizaciones de proposiciones que luego terminen mostrando por sí mismas su carácter provisional. Hoy el geocentrismo nos parece una propuesta insostenible. No así en el siglo XIV, en el que para quienes estaban influenciados por el judeocristianismo occidental, el geocentrismo era la única posibilidad existente.


    A. Villasmil

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