miércoles, 20 de octubre de 2010

Comentarios de los estudiantes a "La epistemología"

¿Cuál te parece el mejor criterio de verdad?


Reflexionar sobre la verdad es un problema filosófico de todos los tiempos, incluso con la separación de las ciencias naturales de la filosofía, se sigue buscando una respuesta a qué es la verdad? esta pregunta es el principio básico y fundamental de la epistemología como rama de la filosofía o del saber del hombre para dar respuesta a su entorno. Puede el hombre conocer su realidad? Interpretarla cuando intenta dar respuesta a esta pregunta y a otras mas surge siempre una nueva cual es la verdad de lo que deseo conocer. Para ello resuelve preguntarse "cuál es el mejor criterio de verdad". Y se responde diciendo que el mejor criterio es la correspondencia porque en ella se evidencia la verdad con la realidad. Esta es la propuesta clásica que aun hoy sigue vigente aunque se ha pretendido descalificar.
Un pensamiento no se puede asemejar a una realidad dirían los escéptico pero si podemos explicarlo interpretarlo siguiendo el criterio de correspondencia que también pide justificar esta relación. Este criterio permite que se corresponda el saber el pensamiento con la realidad que se conoce o se desea interpretar; la experiencia es fundamental en este razonar es lo9 que facilita evidenciar la verdad y la realidad. Es por eso que el hombre cree y debe corresponder a su convicción y a su realidad
Cognoscente. No olvidemos que este criterio también nos permite ajustarnos a una gran verdad "Que existen afirmaciones que son verdaderas pero no se creen porque no son conocidas por el mismo hombre. Por eso insistimos que el mejor criterio para expresar que un conocimiento es verdadero es aquel que se corresponde con la realidad; cuando esto sucede podemos justificar a través de la experiencia haciéndose verdadera para el mismo hombre. En esta fundamentación es esencial la comprensión lógica que permite que dicha correspondencia sea interpretada en el reflexionar reflexivo de los hombres permitiendo así producir categorías generales y universales comprobadas por todos en esa realidad.
Podemos fundamentar este criterio de la correspondencia uniendo las dos corrientes del pensamiento (racionalismo-apriorístico, empírico-a posteriores) permitiendo esta una especie de corriente ecléctica que nos permita conocer la realidad para afirmar la verdad. Existen conoceres propios en la mente del hombre como el pensar, el respirar y el andar, pero también existen otros que se producen a través de su experiencia producto de sus sentidos esa postura trae también grande dificultades, no importa se debe asumir un criterio de verdad que corresponda con loa realidad no desde su carácter puro si no desde su mundo cultural y global desde donde el hombre busca la verdad.

JOHN GONZALEZ C.I: 6831208


METODOLOGÍA DE LA ACTIVIDAD FILOSÓFICA

La finalidad del seminario “Metodología de la investigación filosófica”, es la presentación y discusión en síntesis de los grandes problemas de la filosofía. No se trata, por tanto, de una presentación y discusión exhaustivas de cada uno de los temas, sino mostrar cuáles han sido los grandes temas que han ocupado a la actividad filosófica a lo largo de los siglos. Una presentación de esta naturaleza puede hacerse de dos maneras: por un lado, desde la historia de la filosofía, mostrando así las grandes corrientes de pensamiento y sus principales representantes. Por otro lado, desde la discusión de los grandes temas de la filosofía y que, de una u otra manera, han sido tratados por los filósofos de todos los tiempos e incluidos en los sistemas filosóficos. En este seminario optamos por la segunda opción.

TEMA 1: EL CONOCIMIENTO

El conocimiento es un tema del que todos los filósofos se han ocupado. Quizá no sea posible encontrarse un sistema, una corriente de pensamiento filosófico que no se haya ocupado del conocimiento. Desde Platón hasta nuestros días, el debate en torno al conocimiento sigue estando en el tapete del quehacer filosófico.

Epistemología es una palabra que procede del griego “episteme”, que puede traducirse como conocimiento confiable. La palabras “gnosis”, aunque también se traduce como conocimiento, nos remite a una conocimiento mucho más general. De todos modos, los filósofos asumen “episteme” y “gnosis” como sinónimos, por lo cual es frecuente encontrarse con expresiones como “epistemología”, “teoría del conocimiento” y “gnoseología”. Todas estas expresiones apuntan a una misma dirección: discurso sobre el conocimiento. La episteme se distingue, finalmente, de “doxa”, como mera opinión.

En los planteamientos de la epistemología es conveniente, además, distinguir entre dos tipos de conocimiento: por un lado, el conocimiento procesal, cuya especificidad viene dada en la manifestación de aspectos prácticos sobre la realidad. Así, por ejemplo, la afirmación “Andrés sabe conducir el carro”. Esta afirmación, como tal, no revela ningún aspecto de la realidad en sí, sino de la capacidad que tiene Andrés de conducir el carro. Por otro lado y a diferencia del conocimiento procesal, está el conocimiento proposicional, expresado en proposiciones sobre el mundo y la realidad. Así, en la proposición “el agua es un compuesto químico”, estamos en presencia de un conocimiento proposicional, que es el que realmente interesa a la epistemología.


1. ¿Qué es el conocimiento?

En el diálogo de Platón “Teeteto”, posterior a “La República” y al “mito de la caverna”, se define el conocimiento como “creencia verdadera a la que se añade una explicación”. (Platón, Teeteto, 201 d.) O, como suele decirse comúnmente, el conocimiento es una creencia verdadera justificada. En esta definición, pues, nos encontramos con tres notas esenciales:

a. El conocimiento es una creencia: ninguna proposición puede ser afirmada si antes no es creída. Sería absurdo decir “la tierra es redonda” si quien lo afirma no cree en la redondez de la tierra.

b. El conocimiento es una creencia verdadera: no se trata de cualquier creencia. Para que una proposición sea estimada como conocimiento, es preciso que ésta sea verdadera. Pero en este caso nos topamos con el problema de la verdad. A lo largo de la historia, los filósofos han sentido el imperativo de establecer algunos criterios de verdad, entre los cuales se encuentran: la correspondencia (una proposición es verdadera si existe correspondencia entre la mente que afirma y la realidad de la que se afirma. “La tierra es redonda” contiene una correspondencia entre lo afirmado y la realidad de la tierra); la coherencia (una proposición es verdadera si no entra en contradicción con otras proposiciones. La tierra es redonda es una afirmación que no entra en contradicción con la afirmación “la tierra es un planeta”); el consenso (una proposición es verdadera cuando es afirmada por todos. “La tierra es redonda” es una afirmación asentida por todos sin discusión); pragmática (una proposición es verdadera en la medida en que tiene una utilidad. “Dios existe” es una proposición útil, luego es verdadera). Cada uno de estos criterios de verdad son insuficientes en sí mismos, lo cual se pone en evidencia por las críticas a que cada uno puede ser sometido. Ninguno de estos criterios de verdad, pues, tiene un carácter absoluto.

c. El conocimiento es una creencia verdadera justificada: con ello se busca afirmar que una proposición no sólo debe ser creída ni verdadera, sino que también debe ser justificada a través de una argumentación racional. Es propiamente el “logos” de la episteme.








2. ¿Cuál es la fundamentación del conocimiento?

Se trata de la pregunta sobre los fundamentos del conocimiento. El fundamento del conocimiento es lo que en lógica y en matemática se llama “axioma”, una proposición que no necesita ser demostrada y que de suyo se convierte en punto de partida para demostrar otras proposiciones. El axioma es en sí mismo. Este fundamento se conoce como verdades priori, independientemente de la experiencia de los sentidos.

3. ¿Cuál es la mejor manera de aprehender el conocimiento?

En la epistemología tradicional, las dos corrientes que han intentado responder a esta pregunta son el empirismo y el racionalismo. Mientras que la primera afirma la necesidad de las verdades a posteriori (las que nacen de la experiencia de los sentidos) para aprehender el conocimiento, la segunda afirma que obtenemos mayor certeza a través de la razón y, por lo tanto, de las verdades a priori. Mientras que el empirismo afirma la validez de las proposiciones sintéticas (aquellas que requieren la constatación de los sentidos) el racionalismo afirma la certeza de las proposiciones analíticas (aquellas cuyo predicado se encuentra contenido en el sujeto). Un ejemplo de juicio sintético: “Los hombres negros son valientes”. La cualidad de “valiente” no está contenida en el sujeto “los hombres negros”. Son por lo tanto, juicios particulares que dependen de la experiencia. En cambio, los juicios analíticos tienen un carácter universal y necesario, como por ejemplo, “el círculo es redondo”.

Del empirismo y del racionalismo, además, resultan métodos específicos. Del empirismo se desprende el método inductivo, donde se desprenden conclusiones generales a partir de premisas particulares. Por el contrario, del racionalismo se desprende el método deductivo, donde la conclusión está implícita en las premisas.

4. ¿Cuánto podemos conocer? El problema de la certeza del conocimiento

La certeza del conocimiento es uno de los problemas más debatidos en la epistemología. ¿Qué nivel de certeza tenemos sobre lo que conocemos? ¿Es posible llegar a las certezas absolutas y definitivas? ¿En qué medida podemos dudar de nuestras certezas?

De René Descartes hasta nuestros días, el tema de la certeza del conocimiento ha estado vinculado a las llamadas hipótesis escépticas y, en otros casos, también conocidas como hipótesis nulas. Las hipótesis escépticas tienen la finalidad de frenar todas las certezas de lo que percibimos en la realidad.

Las hipótesis escépticas son las siguientes:

a. La hipótesis del “genio maligno”: es la formulada por René Descartes (1596 – 1650) en sus Meditaciones metafísicas. Esta hipótesis es la radicalización de la duda metódica, y parte del supuesto de haber sido creados por un Dios que nos lleva a engañarnos sistemáticamente. Con esta hipótesis lo que se busca es dudar, incluso, de las proposiciones más evidentes, de las “ideas claras y distintas”. La duda de Descartes incluirá hasta las proposiciones más evidentes, y de lo único que no dudará es del sujeto pensante. Por eso fue por lo que formuló su célebre “pienso luego existo”.
b. La hipótesis del “cerebro en la cubeta”: fue propuesta inicialmente hecha por Jonathan Dancy (1946) y luego retomado y popularizado por Hilary Putnam (1926). Esta hipótesis parte de la posibilidad de que un científico exitoso haya extraído el cerebro, lo haya puesto en una cubeta llena de líquido, conectando sus neuronas mediante cables a una potente computadora. Esta hipótesis fue formulada por Dancy en su libro Introducción a la epistemología contemporánea. Esta hipótesis ha sido popularizada por algunas películas de ciencia ficción, como “The Matrix”.
c. La hipótesis de “la tierra de cinco minutos”: es la propuesta por Bertrand Russell (1872 – 1970) y en la que sugiere que no podemos tener la certeza de que la tierra no comenzó hace cinco minutos.

La finalidad de estas hipótesis, pues, es la de arrojar una sombra de duda frente a lo que puede ser la certeza de una proposición.

CUESTIONES COMPLEMENTARIAS

1. ¿Cómo tratarías de refutar a quien sostiene que el mundo es una ilusión propiciada por el genio maligno, o el cerebro en la cubeta?

Me resulta evidente el carácter irrefutable de la hipótesis escéptica del “genio maligno”, del “cerebro en la cubeta” y del “mundo en cinco minutos”. Las razones que me llevan a afirmar el carácter irrefutable de estas hipótesis son: en primer lugar, se trata de hipótesis. Lo propio de una hipótesis es la “suposición” de que una realidad es posible o imposible, con la finalidad de extraer de ella una conclusión. Si bien es verdad que “suponer” implica que se da por sentado la existencia de algo, también es cierto que en el mundo de las hipótesis aquello que se supone puede ser posible o imposible.

En segundo lugar, las hipótesis escépticas son un ejercicio de carácter mental al que, aplicado los cuatro criterios de verdad, podemos inferir que no tiene el carácter de verdad propio del conocimiento. En efecto, que existe un genio maligno que nos obliga a engañarnos sistemáticamente, no es una proposición de la que se puede decir que le es aplicable el criterio de la correspondencia, de la coherencia y del consenso. Posiblemente el único criterio de verdad que se le pueda aplicar es el pragmático, en tanto que pueden ser hipótesis útiles para dudar de la certeza absoluta de aquello que afirmamos como conocimiento.

Ahora bien, ¿son realmente útiles las hipótesis escépticas para llegar a dudar de las certezas de aquellas proposiciones que afirmamos como conocimiento? Desde mi punto de vista, sostengo que estas hipótesis, como ejercicios mentales, puede que tengan alguna utilidad en lo que a su cometido se refiere.

Sin embargo, creo que existe otro recurso para poder dudar razonablemente del nivel de certeza de aquello que consideramos como conocimiento. Me refiero específicamente a la posibilidad de la excepción. En efecto, vivimos en un mundo cada vez más plural y diverso, donde las reglas y las leyes se tambalean no precisamente por su cuestionamiento, sino por las excepciones que provienen de la realidad misma. Se ha dicho siempre, por ejemplo, que la osteoporosis es una enfermedad que en su mayoría afecta a las mujeres mayores de cincuenta años. ¿Qué pasa, entonces, cuando nos encontramos con el caso de un hombre de veinte años a quien le diagnosticaron este mal? Yo conocí un caso de estos ayer. No creo que en este caso sea apropiado decir que “la excepción confirma la regla”, habida cuenta de que no está dentro de la regla común que los hombres padezcan de osteoporosis a los veinte años.

El conocimiento es un fenómeno humano. Sólo el hombre es capaz de llegar a conocimiento como “creencia verdadera justificada”. Por ser una realidad humana, el conocimiento tiene un carácter dinámico, progresivo y acumulativo. Hoy creemos como verdad justificada cosas que hace veinte años no creíamos en torno al SIDA, por ejemplo. Hace veinte años creíamos que el SIDA se transmitía por el sudor o la saliva. Hoy apenas si habrá alguien escasamente informado que no sepa que el virus del SIDA se transmite por vía sexual o sanguínea. Hoy no sabemos cuál es el medicamento que previene el virus del SIDA o cuál es el medicamento para curarlo en los afectados actualmente. Esto no excluye que mañana o dentro de un año los científicos descubran una vacuna que evite el contagio del VIH y de los medicamentos que corten sus efectos en caso de haberlo contraído. Antes de que Alexander Fleming descubriera la penicilina, la gente que padecía sífilis moría irremediablemente. Hoy apenas si es posible encontrar a una persona que, en condiciones normales, pueda morir de sífilis.

Así, pues, tanto la posibilidad de las excepciones en un mundo cada vez más plural y el carácter dinámico y acumulativo del conocimiento, son motivaciones para ser más discretos a la hora de afirmar absolutamente la certeza de nuestros conocimientos.

2. ¿Te inclinas más hacia el racionalismo o el empirismo en tu concepción respecto a los medios del conocimiento?

Creo que el problema no reside en la consistencia o no del empirismo y del racionalismo como fuentes de origen del conocimiento. Creo que el problema estriba en haber opuesto y enfrentado estas dos posibilidades del origen del conocimiento. No es posible negar con cierta consistencia el carácter de la experiencia empírica y de los juicios sintéticos en el proceso del conocimiento. Tampoco es posible negar la posibilidad de los juicios a priori y de las proposiciones analíticas. El problema está, insisto, en contraponer estas dos posibilidades.

Más problemático aún resulta llegar a la absolutización del empirismo y del racionalismo en el problema del origen del conocimiento. Es evidente, sin embargo, que es mucho más fácil dudar de la información proveniente del mundo de los sentidos y de los juicios sintéticos, que de los juicios a priori. Pero también sería un error negar los límites de los juicios a priori en lo que respecta al conocimiento del mundo y de la realidad. ¿Es posible avanzar en el conocimiento si no atendemos a la observación, al peso, a la medida, por ejemplo? No creo que haya quien niegue el valor, aunque sea provisional, del conocimiento que resulta de la experiencia. ¿Pero es posible llegar al discernimiento de los juicios sintéticos sin el recurso de los juicios a priori? Tampoco esto lo considero posible. Dado el carácter provisional de la información que suministran los sentidos, siempre serán necesarios los criterios de discernimiento que permitan la abstracción entre lo que es verdadero y lo que es falso. El carácter universal y necesario de los juicios a priori es innegable desde la lógica y desde las matemáticas.

En mi opinión, pues, considero que tanto el empirismo como el racionalismo deben confluir en la tarea de llegar al origen del conocimiento. Siempre he leído –más escuchado- que le atribuyen a Miguel de Unamuno la expresión “siente el pensamiento, piensa el sentimiento”. No sé qué tan verdad sea esta expresión en la pluma de Unamuno. Pero sí me siento cercano a la propuesta de X. Zubiri, al afirmar la “inteligencia sentiente”, como “estructura esencial de la inteligencia humana”, aunque admito, igualmente, que la propuesta es criticable en muchos aspectos.

Me parece especialmente importante dos señalamientos de Zubiri al intentar explicar en qué consiste la inteligencia sentiente. En primer lugar, “No se trata únicamente de que haya una prioridad cronológica del sentir respecto del inteligir”, y aquí Zubiri pretende superar la afirmación aristotélica de que nada existe en la inteligencia que no haya pasado por los sentidos. Por el contrario, dice Zubiri: “La impresión de realidad es, en efecto, un momento del sentir humano y es a la vez el acto formal de inteligir.” No se trata, pues de dos momentos. Pero no se trata de dos actos, sentir e inteligir, que tengan el mismo objeto: “La unidad de sensibilidad e inteligencia no está constituida, pues, por la unidad del objeto conocido, sino que es algo más hondo y (…) radical: es la unidad del acto aprehensor mismo de la realidad como formalidad de las cosas.” Siguiendo a Kant, Zubiri afirma que “la inteligencia y la sensibilidad son dos actos que producen por coincidencia un solo conocimiento, caracterizado por esto como sintético”. De la misma manera, siguiendo a Husserl, Zubiri menciona la “razón sensible”.

¿Es suficiente la propuesta de una “razón sensible” (Husserl), de una “coincidencia” (Kant) o de una “inteligencia sentiente” para superar el problema del empirismo y del racionalismo en el origen del conocimiento? Como hice ver más arriba, la de Zubiri es sólo una propuesta de solución al problema. Creo que dentro del tapete de las discusiones epistemológicas siempre estará el problema del empirismo y del racionalismo. Creo, finalmente, que el camino no es contraponer estas dos corrientes, sino identificarlas como necesarios puntos de origen del conocimiento en un esfuerzo de síntesis cada vez más logrado.

3. ¿Qué críticas harías al concepto de ‘conocimiento’ como “creencia verdadera justificada”?

Desde Platón hasta nuestros días, el conocimiento como “creencia verdadera justificada” ha sido las notas esenciales del concepto de “conocimiento”. En buena medida, esta constante ha permitido validar hasta un punto tal esta definición de conocimiento, que pocos pueden ser los cuestionamientos y las críticas de que pueda ser objeto. El conocimiento necesariamente debe ser una creencia porque no es posible (al menos desde un sentido de honradez intelectual) hacer una afirmación de algo o sobre algo sin que ésta se crea. Esa afirmación/proposición debe ser verdadera, entre otras cosas, porque es su veracidad la que permite tenerla como válida. Pero esa afirmación/proposición debe ser justificada porque apenas si es sostenible una proposición sobre la que no se pueda dar un razonamiento que, aparte de sostener su posibilidad de credibilidad, sustente su veracidad.

Sin embargo, desde Edmund Gettier (1927) hasta nuestros días, las críticas al conocimiento como creencia justificada verdadera han sido constantes. Los llamados “contraejemplos” de Gettier fueron un intento de poner de manifiesto que, aún y cuando hay creencias que son verdaderas y justificadas, no necesariamente se las debe identificar como conocimiento en sentido estricto. Dos son las justificaciones de Gattier: la falibilidad de la justificación y el azar. En lo personal, considero que el mérito de Gattier reside en haber cuestionado una definición que era comúnmente aceptada por todos, pero que estos experimentos mentales, al menos arrojaron una sombra de duda en lo que de suyo era una suerte de certeza en epistemología. El problema viene dado a la hora de asumir como absoluto o no los contraejemplos de Gattier. Estos, lejos de derribar la común aceptación del conocimiento como creencia verdadera justificada, lo que ponen de manifiesto es la necesidad de seguir ahondando en la búsqueda de una definición de conocimiento que ofrezca el menor número de problemas posibles.

Sin llegar a afirmar con rotundidez el falibilismo de Charles Peirce (1839 – 1914) creo que es una posibilidad a la que hay que prestar atención especial, habida cuenta de la pluralidad del mundo contemporáneo, la marcada tendencia a la diversidad y la evidente provisionalidad de las “verdades” en el mundo contemporáneo que, desde la postmodernidad hasta nuestros días, parece haber renunciado a verdades y certezas absolutas. Es cierto que el relativismo epistemológico constituye un riesgo latente en este escenario y en el estado actual de las cosas, pero sin llegar a negar los problemas de la negación de la verdad y del escepticismo como posibilidad gnoseológica, tampoco creo que sea sano llegar a la radical satanización del relativismo en el campo epistemológico. En este caso, la aceptación de la provisionalidad de algunos conocimientos y la apertura a cierto grado de relativismo, nos pondría en guardia ante la posibilidad de caer en radicalizaciones de proposiciones que luego terminen mostrando por sí mismas su carácter provisional. Hoy el geocentrismo nos parece una propuesta insostenible. No así en el siglo XIV, en el que para quienes estaban influenciados por el judeocristianismo occidental, el geocentrismo era la única posibilidad existente.

¿Podremos llegar algún día a verdades absolutas e irrefutables? Sí. Pero sólo en la medida en que se acepten, desde el punto de vista lógico, la posibilidad de los axiomas como sustento del conocimiento y, por tanto, la validez de las proposiciones analíticas y de los juicios a priori. ¿Qué pasa, sin embargo, con quienes razonablemente no quieran inscribirse en el mundo de las verdades a priori, invocando la validez de los juicios sintéticos? Esta es una posibilidad epistemológica que puede ser o no ser asumida, pero que está dentro del escenario en el que se debate el origen, la posibilidad y la certeza del conocimiento.

Finalmente, afirmo nuevamente el carácter humano del conocimiento y, consecuentemente, su carácter dinámico, progresivo y acumulativo. Esto, que para mí resulta evidente, no entra en contradicción con los axiomas como juicios a priori y como proposiciones analíticas que de suyo poseen un carácter necesario y universal.

4. ¿Cuál te parece el mejor criterio de verdad?

Quizá esta pregunta puede ser problemática. El problema, a mi parecer, no viene dado en cuál sea el “mejor” criterio de verdad, sino cuál sea el criterio de verdad que más y mejor funcione como criterio de discernimiento que lleve a la distinción entre la verdad y el error. Por otro lado, no es posible llegar a una respuesta concluyente a la pregunta por cuál sea el más indicado de los criterios de verdad. Es por eso por lo que pienso que los cuatro criterios de verdad, considerados en sí mismos, tienen validez y pueden presentarse como criterio de discernimiento de una proposición.

No obstante, pienso que la consideración de la validez de los criterios de verdad exige la consideración (no el simple presupuesto) del contexto contemporáneo. Como ya lo he venido señalando, a partir de la postmodernidad el hombre dejó de lado la posibilidad de certezas y verdades absolutas, y parece haberse lanzado al abismo insondable de la provisionalidad, no sólo en materia de epistemología, sino en planos tan delicados como la ética. Posiblemente J. F. Lyotard (1924 – 1970) tenga que seguir diciendo mucho sobre este aspecto de la realidad, sin que por ello se le tenga que dar carta de identidad al relativismo epistemológico y ético.

Sin restarle validez a lo dicho anteriormente, por trayectoria y formación me inclino a asumir como más pertinente el criterio de verdad de la “correspondencia”. En el artículo primero de la cuestión primera del De veritate, Santo Tomás afirma que la verdad es la adecuación del entendimiento y la cosa. Sin embargo, es evidente el carácter problemático de este concepto de verdad, tomando en consideración la función de los sentidos como vehículos que suministran la información sobre la cosa. Como lo expuse en otro lugar de este escrito (Cf. Supra, 6 – 7) Zubiri consideró necesario la superación de este concepto de verdad mostrando que la inteligencia sentiente no implica dos momentos cronológicos: primero se percibe con los sentidos, luego se juzga con la inteligencia, sino que ya el mismo acto de percibir es un acto de la inteligencia. Todo lo cual, empero, no da por sentado que la propuesta de Zubiri sea la que supere el carácter problemático de esta cuestión.

A pesar de privilegiar el criterio de la correspondencia, considero que el camino no está privilegiar un criterio por encima de otro. Los cuatro criterios tienen un grado de validez digno de tenerse en cuenta. Lo ideal sería la aplicación de los cuatro principios en la tarea de la búsqueda de la verdad. Esto no significa que la filosofía deba renunciar a la búsqueda de otros criterios, de otros principios que sirvan de referentes esenciales para la búsqueda de la verdad.

Ángel Villasmil

¿Te inclinas más hacia el racionalismo o el empirismo en tu concepción respecto a los medios del conocimiento?
Personalmente considero el conocimiento como un proceso activo dentro del cual un sujeto aprehende un objeto, ¿por qué incluyo la nota de actividad dentro del mismo? Pues, precisamente porque considero que no sólo se trata de un proceso pasivo de asimilación en el cual el individuo esta predispuesto para simplemente recibir, sino que interviene activamente.
Tomando el conocimiento de esta manera, concibo también que deban intervenir varios factores y que por tanto, el empirismo y el racionalismo no deban estar escindidos de manera tajante o desvinculada, es decir, el uno no debe excluir al otro necesariamente. Tanto uno como el otro posee elementos de los cuales necesita el conocimiento, a pesar que tienen vías diferentes para acceder a el, bien sea por deducción o por inducción.
Para hablar del racionalismo y del empirismo tomamos como punto de partida el hecho de que en el primero, el conocimiento, es independiente de la experiencia, en tanto que en el segundo si es dependiente, no obstante, no pueden obviarse ciertos principios de los cuales no hemos podidos deshacernos en nuestra época y ello porque realmente aún tienen validez tales como; “el todo es mayor que la parte” o la nota de extensión presente en el concepto de cuerpo, lo cual nos confirma que siguen siendo juicios universales y que en caso de afirmar lo contrario, estaríamos ante una contradicción.
El hecho de que existan verdades independientes de la experiencia y universalmente validas, tales como las ofrecidas por las matemáticas, ha tenido que ser reconocido y admitido incluso por empiristas como John Locke o David Hume. No quiere decir esto que debamos aceptar todos los demás postulados como el de la existencia de ideas innatas, ni negar tampoco que la experiencia proporcione conocimientos, y que de hecho sea necesaria. No se trata entonces de suplantar un extremo por el otro sino de tomar lo necesario de ambas.
Necesitamos un conocimiento que sea verdadero, lo cual constituye un problema. ¿Qué es, o dónde reside la verdad? El vocablo verdad, es tomada en tres sentidos según su origen etimológico, por un lado del griego alétheia, como aquello que no está oculto o escondido, sino patente, manifiesto, develado, descubierto, en este sentido la verdad viene a darse como patencia o descubrimiento; por otro lado también puede verse desde el latín verúm, como lo que es fiel y exacto, sin omisiones, dado como veracidad, exactitud y rigor en el decir, y finalmente del hebreo emunah, que viene a ser como una confianza, un cumplimiento de lo que se espera y se verá, como por ejemplo, Dios es verdadero, y cumple lo que promete. En este último sentido podría estar implícitamente dado lo que se comentaba al respecto de creer en lo que se afirma para que sea conocimiento. Particularmente me gusta mucho aquella acepción que nos remite a la veracidad y al rigor en el decir, pues viene como algo que no es propenso a errores, sino que posee rigurosidad, esto, sin deseos de indagar en el relativismo o no del conocimiento, muy al contrario quisiera hacer mención de la existencia de dos tipos de experiencias, a decir, la experiencia externa brindada por los sentidos, y la experiencia interna que lleva el sujeto consigo mismo, y hago mención de ella con deseos de que no lleguemos a reducir toda experiencia al ámbito de lo palpable, no quiero con esto tampoco caer en el problema de la existencia o no de Dios u otras entidades, etc., sino más bien, deseo que no terminemos aniquilando aquella experiencia subjetiva, que me obliga, si bien no a responder completamente, si al menos a dejar una pista desde mi opinión personal, sobre la siguiente pregunta, ¿Cómo tratarías de refutar a quien sostiene que el mundo es una ilusión propiciada por el genio maligno, o el cerebro en la cubeta? afirmando que eso podremos saberlo pero no explicarlo con exactitud hasta que se resuelvan muchas de las interrogantes sobre ese estado en el cual nos damos cuenta que verdaderamente estamos aquí, quiero excluir con esto toda persona bajo efectos de sustancias psicotrópicas y referirme a toda persona normal para indicar, ese estado en el cual experimentamos una representación interna del mundo y por medio del cual podemos reconocer que hemos tenido un sueño y no es parte de la realidad, ese estado llamado consciencia; para expresar la gran dificultad del asunto me permito citar palabras del catedrático de la facultad de medicina de la Universidad Complutense de Madrid, Francisco Rubia, el cual sostiene:
“La consciencia no es no es un fenómeno pasivo como respuesta a estímulos, sino un proceso activo de interpretación y construcción de datos externos y de la memoria relacionándolos entre sí. Se ha equiparado la consciencia a la vigilia, pero estar despierto no es lo mismo que ser consciente de algo en el sentido de apercibirse de algo. En el sueño podemos apercibir imágenes mentales visuales o auditivas…Pero, el problema difícil de la consciencia es saber cómo los procesos físicos cerebrales dan lugar a la consciencia, cómo las descargas de millones de neuronas pueden producir la experiencia consciente, la experiencia subjetiva”.
Con ello, quiero decir que el ser humano es complejo, y no es apropiado hacer esas divisiones del tipo racionalismo/empirismo excluyendo elementos necesarios, o hablar de la posibilidad de refutar tesis sobre lo real o no del mundo en el cual vivimos, hasta no tener en claro otros conceptos que podrían brindar grandes aportes, precisamente por la gran complejidad del individuo pensante, y de los cuales, el filósofo no podrá esclarecer por sí solo, sino con ayuda de la medicina u otras ramas investigativas.
Isbelia Farías.

El conocimiento científico es el producto de un proceso metódico, sistematizado, que realiza el investigador según el enfoque o tipo de investigación que se esté desarrollando. Considero que toda investigación científica se puede trabajar con tres enfoques, formas o “medios” del conocimiento.
El inductivo-concreto correspondería con el empirismo; el Deductivo-abstracto con el racionalismo y el Inductivo-vivencial que orienta en la actualidad la mayoría de las investigaciones humanísticas y sociales.


Gráfico tomado del curso de epistemología del Dr. José Padrón

Estos enfoques tienen como representantes a importantes pensadores, tales como Carnap, Descartes y Husserl.
Rudolf Carnap “A menudo se utiliza el término «observable» para designar un fenómeno que puede ser observado directamente; de modo que puede decirse que las leyes empíricas son leyes acerca de observables. En este punto debemos hacer una advertencia. Los filósofos y los científicos utilizan de manera muy diferente los términos «observable» e «inobservable». Para un filósofo, «observable» tiene un sentido más estrecho. Se aplica a propiedades como «azul», «duro», «caliente», etc. Son propiedades que se perciben directamente a través de los sentidos. Para el físico, la palabra tiene un sentido mucho más amplio. Incluye a toda magnitud cuantitativa que pueda ser medida de una manera relativamente simple y directa.”
René Descartes “Mas he aquí que, mientras estoy hablando, es acercado al fuego. Lo que restaba de sabor se exhala; el olor se desvanece; el color cambia, la figura se pierde, la magnitud aumenta, se hace líquido, se calienta, apenas se le puede tocar y, si lo golpeamos, ya no producirá sonido alguno. Tras cambios tales, ¿permanece la misma cera? Hay que confesar que sí: nadie lo negará. Pero entonces ¿qué es lo que conocíamos con tanta distinción en aquel pedazo de cera? Ciertamente, no puede ser nada de lo que alcanzábamos por medio de los sentidos, puesto que han cambiado todas las cosas que percibíamos por el gusto, el olfato, la vista, el tacto o el oído;…”
Edmund Husserl “En cuanto filósofos que meditan de manera radical, no tenemos ahora una ciencia para nosotros válida, ni un mundo para nosotros existente. El mundo, en lugar de existir simplemente, esto es, de valer para nosotros de modo natural en la creencia en el ser propia de la experiencia, no es para nosotros más que una mera pretensión de ser”
Tomado del curso de epistemología del Dr. José Padrón
En la actualidad considero que las investigaciones pueden tender a identificarse más con algunos de los tres enfoques, pero siempre manteniendo la vinculación que al momento del desarrollo de la investigación tienen los tres.
La rigidez en los procesos de investigación está cambiando hacia la sistematización y rigurosidad en sus procedimientos (métodos) de recopilación, análisis e interpretación de los datos. No quiero decir con esto que se esté cambiando radicalmente la concepción del conocimiento científico, sino que ya no podemos describirlo como meramente empirista o racionalista. Las teorías dan paso a las investigaciones experimentales y toda experimentación está basada en alguna teoría previa.
La epistemología vista de esta forma sirve de guía para los científicos e investigadores en todas las áreas del “que hacer” humano, en la consecución de los proyectos para la generación de conocimiento confiable, científico, con altos niveles de sistematización y socialización.
Considero que se deben establecer ciertos criterios de demarcación para lo que entendemos por conocimiento, sobre todo científico, ya que éste debe ser altamente sistematizado y socializado. Podemos tener un conocimiento cercano a la verdad, pero difícilmente la verdad absoluta.

Miriam Rojas.

1 comentario:

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